10.07.2014

Papelitos con historias, sabores y ritmos bien bonitos… “se me antoja algo sabrosito”


escrito por Ulises Revilla López
fotografias de Ulises Revilla López

I
Las percusiones, esos golpeteos por así decirlo, son ritmos diversos sobre los instrumentos musicales, son el menear del cucharón sobre la comida que prepara la abuela, la manera en que se mueven las manos para preparar las tortillas hechas a mano en las comunidades indígenas, son las pisadas de los niños que corren jugando a quien sabe qué; se escuchan los toc toc toc, el tin tilín o el ‘poporo popó… de hecho si no se han dado cuenta en nuestro pecho llevamos la percusión principal de la vida que sin voluntad nos da la existencia: la de nuestro corazón.

II 
En septiembre de 2013 andaba de pata’eperro allá por California, en San Pancho, el Valle Central y Los Angeles, visitando a los amigos chilangos, a los Ñuu Savi y a los Bene Xruhn (defeños, mixtecos y zapotecos), férreos trabajadores del campo, de los jardines, los restaurantes y de la vida; de los que buscan sobrevivir fuera de su comunidad con mucha dignidad. Conviví con el gran músico y director de bandas oaxaqueñas en Los Angeles, Esteban Zúñiga, también con su paisano danzante Eusebio Yescas, ambos de nación Bene Xruhn (los dos de San Francisco Cajonos, Oaxaca). Esteban, a quien conocí en 2012 en Madera, California; me invitó en 2013 a ver cómo trabajaba en el arreglo de los jardines en zonas exclusivas de Los Angeles, pasamos una larga mañana y tarde platicando con su paisano Eusebio; reímos, platicamos, bromeamos, nos conocimos: el músico, el danzante y el académico… pero esto que escribo se supone que es una experiencia sobre el taller de papel picado que impartieron Adrián y Eloy, hijos del señor Pedro Ortega: los artistas que hacen al papel contar historias con ritmos del cincel y el martillo sobre el papel.

III 
Tengo que dar más vueltas, muchas más, tal vez contar muchísimas historias como lo hacen el maestro Pedro, sus hijos Adrián, Eloy e Ismael, quienes quieren darnos a conocer en tantas, tantas historias a vuelta de trajinera, sus vidas y la vida del antes de nuestra vida misma… tal vez por que ahora la gente no le gusta escuchar. Caso que no sucedió con el grupo que fue al taller de papel picado en Tláhuac, todos ellos y ellas escuchan, no interrumpen, solamente quedan boquiabiertos, atentos por conocer esas experiencias del trabajo en el arte del papel, de la comida, de la siembra, de la chinampa, de los papalotes, de los globos de Cantoya que cuestan 35 pesos… de los papelitos con historias, sabores y ritmos bien bonitos.

Una historia sobre otra que quiero contarles es acerca de la maroma, una tradición de circos indígenas ambulantes que estuvo muy arraigada en la región mixteca de Oaxaca, Puebla y Guerrero, que poco a poco va desapareciendo, quedan algunos grandes maromeros aún, pero cada vez menos; los más ya son gente grande, ya me desmentirá mi ñani Rubén Luengas si me falta razón, pero… si este relato es sobre el papel picado ¿qué tiene que ver con la maroma? Pues tiene que ver con la “Sazón”, no solo la culinaria, de la sal, los chiles, la pimienta y las chicatanas, también de la sazón que le pone Don Alfonso en el trapecio, la sazón que le pone el maestro Pedro en el arte de forjar papel. El primero es maromero trapecista y funambulista de sueños, el segundo escritor cincelista de papeles de todo tipo, artes que amo por demás. En lo culinario dejé de amar la carne roja pero no puedo negar que para caer en la tentación recuerdo que a todo le da un sabor especial… un sabor musical, un no sé qué a percusiones del yiki al mover las ollas, de un mole de caderas que no he probado; pero ya probé lo que muy pocos… percutir el martillo sobre los cinceles para hacer al papel hablar y contar historias, forjar cansancios en el codo, la muñeca y el enojo de los xolos[ii] copetones, del verduguillo que lleva al chivo a pasear con la catrina, todo esto tiene una sazón con papelitos con historias, sabores y ritmos bien bonitos.

Sugiero que si quieren hacer un ejercicio de lo que me inspiró escribir este texto escuchen “Sazón” de Esteban Zúñiga (del disco Maroma de Pasatono Orquesta[iii]), háganlo a partir de la parte IV de este texto.

Quienes han picado papel, me entenderán al cerrar sus ojos y escuchar la música, especialmente poniendo atención a las percusiones de esta majestuosa obra; quienes aún no han picado papel, se han perdido de una experiencia que deben de vivir para sentir la percusión al mismo tiempo que late su corazón, (para éstos últimos imaginemos este ritmo a golpes en el instrumento, no importa si es el del cincel o el del amasar o el del moler chiles en el metate; si no tienen metate imaginen el ritmo que llevan cuando quitan las cáscaras del miltomate, o el toque que hacemos en las rodillas cuando escuchamos nuestra canción favorita mientras vamos en el metro. Ponemos músicaaaaa AHORA!: Gol  Gol  pe pé pe pé (para iniciar)

IV
En caricia, sonido, ya se va este payasito repartiendo corazones… (ya se va este picador de papel entregando historias pa’ que me recuerdes chata). El sonido que nos entrega la percusión de picar papel es bien parecido al de aquellas de “Sazón”, no sé si don Pedro y Esteban en algún momento estuvieron conectados para hacerlo de esa forma… lo que sí estoy seguro es que escucharon el latir de su corazón, ese que late para dar vida, para que la sangre corra hasta los dedos y nos muestren el arte que cada uno lleva en su alma.

Dije que tal vez estuvieron conectados en algún tiempo, los conectó el corazón. El martilleo del papel picado y de las percusiones de los Bene Xhrun que tienen medidas exactas… les cuento: Un papel de China entero, equivale a una redonda en la música (o sea lo completo); una mitad del papel es una blanca (o sea 1/2); una cuarta parte del papel equivale a una negra (una cuarta musical), un octavo en papel equivale a una corchea musical; un dieciseisavo de papel es… creo que hasta ahí nos explicaron Adrián y Eloy, pero así nos mostró el maestro Pedro en sus trabajos primeros a tijera y navaja, papelitos bien garigoleados, coloridos y dedicados.

Tanto el papel picado como en la música se debe escribir la pieza que se trabajará, en el papel se hace sobre un dibujo, en la música será el pentagrama. Durante el proceso uno lleva en la cabeza el resultado, se toman los instrumentos y a darle que es mole de olla (yo uno con elotes en lugar de carne pero eso sí con muchos ejotes). ¿Qué instrumento prefieren? Bajoquinto, sacabocados, violín, martillo, clarinete, cincel plano, barítono, cincel cóncavo… escojan hay muchos, pero eso sí a la hora de hacerlos vivir no se olviden de la percusión que para esta analogía marcará el ritmo que encaminará desde el comienzo, el resultado de la obra de arte… en 2/2 por favor.

V
Globos de Cantoya que no despegaron, historias de los tlatocayotl, de Chalcas, Colhuas y comida en la chinampa, todo acompañado por las historias del maestro, como sus hijos lo llaman: Pedro Ortega, jefe del clan de picadores de papel.

Papalotes que no volaron, Ehecatl no hacía su aparición por la mañana a pesar que se avecinaba lluvia (la esperada Savi en lengua Ñuu Savi de la que tanto se queja el citadino, es que no avanzan los carros ni el metro, pero sí crecen las milpas y las flores de las chianampas), se nutren sus canales, su vida, sus árboles… su silencio magnífico y perfecto.

Ladran los xolos, cuando llegamos, seguramente ya sabían lo que iban a sufrir sus oídos al escuchar los ritmos fuera de tiempo y desafinados de Jorge, Mayra, Lucretia, Aida, Tona y ¡cof! ¡cof! obvio yo, que di la mejor percusión aunque Mayra acabó primero (doy patadas de ahogado) seguida de Jorge y Lucretia, pero por culpa de Tona que es taaaan lento acabamos al final “UNA SERIE DE 40” papeles picados de la imagen de la “Catrina” que trabajamos Aida, Tona y yo.

Yo no quería picar pero “la jefa” Aida, ya cansada le pasó los instrumentos para percutir picadamente a Tona, se acerca a donde estaba yo sentado y como es su costumbre y su cara pícara sonriente me dice: “está bien chido, después vas tú”. Las órdenes de “la jefa” son indiscutibles, seguí yo, después Tona, luego Aida y así sucesivamente hasta que terminamos de picar “La Catrina” en el papel China.

VI 
Jóvenes Artesanos (Jefa Aida) y Rumbo Nómada: Turismo Consciente (marakame Tonatiuh) ofrecen aventuras inigualables, no se viven comúnmente cuando se trata de hacer turismo y arte popular; ni siquiera le llamaría turismo, en su lugar diría que es convivencia persona a persona, artista popular con personas que no consumen ni regatean lo hecho único por manos expertas, no por máquinas, no por industrias chinas. Afortunadamente existen personas como Aida y Tonatiuh que ante lo inmediato, lo desechable, lo efímero, lo que no tiene autor; nos llevan a conocer los papelitos con historias, sabores y ritmos bien bonitos... todo aquello que como Esteban Zúñiga le da la “Sazon” a la vida.

VII 
“Yo no sé que más les puedo mostrar, gracias por venir, siempre serán bienvenidos a esta su casa” nos dijo el maestro Pedro Ortega-

“Señor Pedro, todo lo contrario, gracias por permitirnos conocer todo lo que usted nos ha compartido” le respondió Jorge.

Post Data:
A todos nos encantó el arroz que preparó la esposa del maestro Pedro, no diré su nombre para que no vayan a pedir la receta, esa será solo para Sazón Mulato.




[i] Dedico este escrito a Ana Eugenia Martínez y su bebé Tonatiuh Forcada Martínez, quienes ya pasean con la “Catrina” en lugares hermosos… “se me antojó algo sabrosito” decía Anita con Tonatiuh en la panza. Abrazo fraternal a Alexis Forcada
Los extraño…
[ii] Xoloizcuntles
[iii] Lo encuentran en Spotify o iTunes Store, algunos ya tenemos el CD, envídienos.


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